Para escribir una novela negra lo primero que tenemos que tener claro es qué queremos contar y por qué, y darle una vuelta, pensarlo un poco, sin prisa.
El «qué» hace referencia a la historia que se nos haya ocurrido, y el «por qué», al grado de interés que pueda tener mi historia. En esta fase de la creación no tenemos que pensar mucho más y como mucho haremos un pequeño resumen de la idea en un papel de no más de dos o cuatro líneas.
Una idea no tiene que ser muy compleja para desarrollar una trama.
A veces, de una idea sencilla puede surgir una gran historia.
A veces, para que se nos ocurra una idea, simplemente acudimos a este axioma: «alguien quiere algo, alguien o algo se lo impide».
A partir de aquí, podemos forjar un pequeño conflicto que va a actuar como generador de la historia.
Sin conflicto no hay historia.
Por tanto, aunque la idea inicial o boceto sencillo de la historia es una primera etapa en la que solo tenemos que bosquejar, es conveniente ya desde aquí plantear un pequeño conflicto antes de pasar a la etapa siguiente.
No es necesario plantear una gran idea para obtener una buena historia, porque una buena historia va a depender de muchos otros factores, como la forma de contarla, los personajes, el suspense, la intriga, el ritmo de la narración, etc.
El planteamiento de una trama con un asesino en serie con perfil psicológico complejo que fue maltratado en la infancia por una madre dominante y ahora asesina mujeres porque en cada uno de sus crímenes lo que hace es vengarse de su madre ya muerta no tiene que desembocar en una historia mejor que un planteamiento simple como un tipo que sale de casa a trabajar, pero no llega al trabajo.
Cuando decidí escribir mi novela «5 Jotas», la idea inicial fue la de un atraco.
Fui madurando esto en la cabeza y tras pensármelo mucho decidí que no quería hacer un atraco tradicional a un banco o a una joyería, y un día, estando en una jamonería (las ideas a veces ocurren en los lugares más inesperados), me fijé en unos jamones de pata negra 5 Jotas de la marca Sánchez Romero Carvajal, mis jamones favoritos.
Al ver el precio comprendí que multiplicado el de un jamón por muchos jamones podíamos obtener una cantidad mareante.
Así que me inventé un almacén de jamones del tamaño de un campo de fútbol y decidí atracarlo.
Yo no soy atracador, obviamente, pero vivo en un barrio periférico de Madrid y desde que era pequeño me he criado en la calle, así que sé unas cuantas cosas sobre delincuencia que me han servido no solo para escribir esta novela, sino todas las que llevo hasta ahora.
Bien, la idea inicial fue esta. Antes os decía que para esta fase es deseable escribir entre tres o cuatro líneas delineando la idea.
Para escribir 5 Jotas lo que escribí fue esto:
Unos tipos con motivaciones diferentes deciden atracar un almacén de jamones pata negra. El atraco crea un impacto en el dueño y su familia que va más allá de la ruina económica. La investigación posterior descubre el método utilizado y hay algunas detenciones.
Tenemos apenas cuatro líneas que no solo contienen la idea principal, que obviamente es el robo.
Vemos que unos tipos quieren hacer un atraco y que tienen unas motivaciones que de momento no sé cuáles son ni me importan, ya desarrollaremos después.
Fijaos en que hay un impacto en las víctimas, es decir, ya intuimos que tendremos que focalizar unas veces la escena en los atracadores y otras en las víctimas, y, además, al hablar de la investigación y las detenciones, habrá una tercera subtrama en donde tendré que relatar las investigaciones.
No es una idea demasiado simple, aunque tampoco es una cosa complicada en exceso.
La variedad de escenas ya me está dando el narrador: omnisciente o tercera persona, ya que, si narro en primera persona, pongamos por caso por boca de uno de los atracadores, solo podría ceñirme a las escenas de los atracadores.
También se ve que va a ser una crook story.
Para la primera fase de escribir una novela, con esto basta, no es necesario nada más.
Es hora de tomar la idea principal, esas cuatro líneas del apartado anterior, y desarrollarlas, hacer una sinopsis más larga y empezar a pensar en cómo quiero contar la historia, adoptar un tono en la narración.
En el apartado anterior yo ya empezaba a tener claras varias cosas. En principio, y esto es común a cualquier novela negra, el héroe debe ser un antihéroe.
El antihéroe, como el héroe, abandona la realidad ordinaria con uno o varios objetivos hasta el desenlace de la historia.
El héroe los consigue. El antihéroe no, o consigue solo unos pocos, y a un alto precio.
Otra cosa que tenemos que tener clara es que una novela negra no debe ser muy larga.
Una de las características de este género es el alto ritmo en la narración, que se consigue de varias formas: acción; ausencia de adverbios, adjetivos y descripciones largas; la sustitución de representación de escenas largas por recursos poéticos como la metáfora, el símil y la comparación; y, obviamente, huir de querer hacer novelas de ochocientas o novecientas páginas, algo que va en contra totalmente del ritmo.
El tono que voy a utilizar en la narración es importantísimo.
La elección del tono era para Donald Westlake, uno de los grandes maestros del género, era lo más importante.
De hecho, él es el padre de dos de las sagas más espectaculares de novela negra.
Una de ellas es la de Dortmunder, un ladrón (el cerebro) que en cada novela se reúne con un equipo para realizar un atraco disparatado, que casi siempre sale mal, con ideas extravagantes que acaban por establecer unos métodos para los robos hilarantes.
Evidentemente, aquí el tono es cómico.
La otra saga es la de Parker, en la que las tornas cambian por completo. Parker es violento, un tipo solitario que en principio no se mete con nadie, pero como le hagan una jugarreta se enfrentará implacablemente a quien se la haga, sea un tipo o sea la mafia.
Westlake llegó al punto de publicar esta saga bajo el pseudónimo de Richard Stark, y la verdad es que Donald y Richard eran el mismo.
En esta fase de la creación de mi novela 5 Jotas desarrollé un poco más la idea y la plasmé en un papel; quedó como sigue:
Al Charli, un tipo duro con un pasado repleto de delitos y drogas, y un presente sin futuro que compensa con alcohol y cigarrillos, le han dado un soplo.
Como en otras ocasiones, busca al Banderines, su antiguo colega y compinche, con idéntico pasado, pero con un cociente intelectual que le ha servido para ejercer de cerebro en otros golpes.
Esta vez, al Charli le va a costar convencer al Banderines, ya que se trata de robar jamones. Pero, tras confirmar que el botín no es nada desdeñable, accede.
Para el atraco necesitarán un amplio elenco de expertos del crimen, así que mientras el Banderines planifica el golpe, el Charli irá pergeñando una banda de lo más pintoresca.
Un golpe no es fácil de planear y el resultado puede ser imprevisible, pero un atraco así solo podía concebirlo Paco Gómez Escribano, un autor que conoce mejor que nadie los barrios periféricos y las personas más denostadas por la sociedad.
En realidad, esto es la sinopsis que se puso en la contraportada de la novela. Y pese a que el último párrafo es de promoción personal (algo importante), yo ya empezaba a tener las cosas medio claras.
Si os fijáis ya hay dos personajes, el Charli y el Banderines. El primero viene con el soplo y el segundo es el que debe planear el atraco.
No estamos todavía en la fase de personajes, pero ya tenemos dos que van a ser los protagonistas.
Una de las características que debe tener una novela (negra o no) es que tiene que ser creíble.
Así que en esta fase ya empecé a diseñar el tono en el que quería contar la novela o, mejor dicho, los tonos, y me explico.
Os he contado que al principio pensé en tres tipos de escenas: las de los atracadores, las de las víctimas y las de los policías, que al final son tres subtramas.
¿Y qué son las subtramas? A veces hay una trama central que cuenta la historia principal, pero también hay historias secundarias que ayudan a construir la historia principal: son las subtramas.
En realidad, «5 Jotas» es ambiciosa en este aspecto.
Está claro que el eje, la trama principal, es el atraco. Pero esta trama se divide en otras tres que yo no me atrevería a llamar subtramas porque son demasiado «principales», demasiado distintas entre sí y, además, cada una de ellas contiene historias secundarias que esas sí, esas sí son subtramas.
Siguiendo con el tono de la narración, aquí va a haber claramente tres tonos:
Mucho ojo a los diálogos, máximos responsables la mayor parte de las veces de las novelas fallidas.
La primera trama está protagonizada por delincuentes y tienen que hablar como tales: clase baja de barrio periférico de Madrid. Si los ponemos a dialogar con un lenguaje culto, haremos que la novela, al menos en esta parte, no sea creíble y forzaremos al lector a abandonar la lectura. Es necesario conocer la jerga y saber cómo utilizarla.
Por otra parte, un empresario y su mujer no hablan como delincuentes. Tampoco como policías. El narrador omnisciente va a utilizar un lenguaje neutro que puede ser el mismo para las tres tramas, pero los personajes deben tener cada uno su propia personalidad y su propia forma de hablar y comportarse.
En este punto debemos prestar atención a otro factor importante: el tiempo verbal.
En teoría se podría escribir con cualquier tiempo verbal, aunque nadie va a escribir una novela entera en futuro de subjuntivo.
Básicamente escribiremos en pasado o en presente.
En la mayoría de los casos se escribe en pasado, aunque la novela transcurra en la actualidad.
El tiempo verbal en pasado aporta seguridad en la narración. Es como si el narrador supiera todo y lo fuera soltando como él quisiera.
El tiempo presente, por el contrario, aporta frescura, ya que da la impresión de que las acciones estén ocurriendo en ese momento, aunque nos refiramos a acciones pasadas.
En «5 Jotas» opté por el tiempo verbal en presente desde el principio.
Me apetecía esa frescura.
Pongamos un párrafo de la novela de ejemplo.
Primero en presente y después cómo sería en pasado, para que veáis las diferencias y podáis asimilar los conceptos de «frescura» y «seguridad» en la narración.
Al día siguiente, a media mañana, el Banderines decide hacer un descanso después de estar varias horas con los ojos pegados al ordenador examinando el pendrive del Pestañas. Entra al bar del Piraña y pide un café con leche. Unos segundos después, entra un tipo cargado con diversos bártulos: una licuadora, un tetrabrik de «bionosequé», un paquete de harina, un plátano, una jarra de miel con dosificador y algunas otras cosas. El tío pide al Piraña un vaso de leche desnatada caliente y después mezcla la leche, el plátano, el contenido del brick y la harina en la licuadora. La conecta en uno de los enchufes cercanos a la mesa y después saca una barrita de pan en la que unta la miel. El tipo no es alto ni bajo, ni gordo ni delgado. Tiene cuatro pelos alborotados sobre la cabeza, lleva gafas y una nariz postiza de payaso. Tiene toda la pinta de haberse visto superado por los acontecimientos.
Al día siguiente, a media mañana, el Banderines decidió hacer un descanso después de estar varias horas con los ojos pegados al ordenador examinando el pendrive del Pestañas. Entró al bar del Piraña y pidió un café con leche. Unos segundos después, entró un tipo cargado con diversos bártulos: una licuadora, un tetrabrik de «bionosequé», un paquete de harina, un plátano, una jarra de miel con dosificador y algunas otras cosas. El tío pidió al Piraña un vaso de leche desnatada caliente y después mezcló la leche, el plátano, el contenido del brik y la harina en la licuadora. La conectó en uno de los enchufes cercanos a la mesa y después sacó una barrita de pan en la que untó la miel. El tipo no era alto ni bajo, ni gordo ni delgado. Tenía cuatro pelos alborotados sobre la cabeza, llevaba gafas y una nariz postiza de payaso. Tenía toda la pinta de haberse visto superado por los acontecimientos.
Si llegamos hasta aquí, es muy posible que la novela salga adelante.
Es autor de diez novelas: El círculo alquímico (2011); Al otro lado (2012); Yonqui (2014); Lumpen (2015); Manguis (2016); Madrid Prisión (2017); Cuando gritan los muertos (2018); Prohibido fijar cárteles (2019); 5 Jotas (2020); y ahora Narcopiso (2023).
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